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Expectativa mundial

Agencias
Estados Unidos lanzó la noche del jueves un ataque por sorpresa contra el régimen sirio con 59 misiles Tomahawk que alcanzaron la base aérea de Shayrat (Homs) en represalia por el bombardeo con armas químicas que el martes acabó con 86 muertos, 30 de ellos niños, provocando reacciones encontradas en la comunidad internacional y una abierta hostilidad de Rusia.
La decisión de abrir fuego contra las tropas de Bachar el Asad, una opción rechazada hasta hace pocos días por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, supone un giro radical en la política de Washington en Siria y abrió una posible vía de conflicto con Moscú, principal soporte del régimen sirio. El ataque también puso en alerta a Irán y Corea del Norte y envió un claro mensaje: Estados Unidos, con Trump a la cabeza, está dispuesta a disparar contra quien cruce sus líneas rojas.
Base aérea de Shayrat (Homs) / Foto Internet
Tras el ataque a la base aérea siria, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, dijo este viernes  que fue una “agresión a un Estado soberano”.
“Putin considera los ataques estadounidenses a Siria como agresión a un Estado soberano, en violación de las normas del Derecho Internacional y, encima, bajo un pretexto inventado», dijo el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov.
“Es un intento de desviar la atención de las numerosas víctimas civiles en Irak”, dijo que “que causan un deterioro a las relaciones” entre Estados Unidos y Rusia, informó a la agencia rusa de noticias Sputnik.
La orden de atacar a Siria por parte de Trump se dio como respuesta al bombardeo con armas químicas perpetrado supuestamente por el régimen sirio a la provincia de Jan Sheijun el martes, que dejó 86 muertos incluidos al menos 12 niños.
El bombardeo químico a la provincia de Jan Sheijun dejó al menos 86 muertos en su mayoría civiles, incluidos mujeres y niños / Foto Internet
Las fotos y videos de esa masacre dieron la vuelta al mundo y sensibilizaron a la opinión pública.
Acosado a nivel interno por la investigación que libra el Congreso sobre la posible infiltración rusa en las elecciones presidenciales de noviembre, el gobierno de Trump encontró en el bombardeo a la base siria el ٕóxigeno necesario para desviar la opinión pública interna y externa por las condiciones geopolíticas del Medio Oriente, donde hay un coctel explosivo de países, sectas y extremismo pasrticipando activamente en el conflicto sirio que se prolonga por siete años.
Trump, que durante años rechazó cualquier ataque a El Asad -“¡No ganamos nada y solo nos ocurrirán cosas malas!”- llegó a tuitear en 2013 cuando Barack Obama sopesaba una acción militar en Siria tras el ataque químico que sesgó la vida a 1.400 civiles, finalmente se decidió por la opción militar.
Trump sostuvo el jueves una reunión trascendental con el presidente chino en su masión de Mar-a-Lago (Florida). Una hora después de la cena con el mandatario oriental, sin aviso al Congreso, dio comienzo el ataque. Eran las 20.40. Desde los destructores USS Porter y el USS Ross, en aguas del Mediterráneo oriental, los misiles Tomahawk salieron rumbo a la base de Shayrat. Los proyectiles impactaron en hangares, almacenes de combustible y armas, sistemas de defensa aéreos y radares. La destrucción fue casi completa. Al menos cuatro soldados sirios murieron.
El objetivo había sido elegido por supuestamente ser la pista de donde partieron los aviones que causaron la matanza de Jan Sheijun. El Pentágono aseguró que se “habían adoptado medidas extraordinarias para evitar bajas civiles” y “rebajar al mínimo los riesgos del personal del campo aéreo”. En este afán, Rusia fue alertada antes de la intervención. Rusia misma y China habían expresado su intención de investigar el bombardeo químico antes de tomar represalias. Trump los ignoró.
Mensaje de Trump
Al finalizar la operación, ante un país sobrecogido por las primeras informaciones, el presidente de Estados Unidos dirigió un mensaje a la nación. Responsabilizó directamente al “dictador” sirio y en un tono emotivo dijo: “Usando gas mortal, Asad segó la vida de indefensos hombres, mujeres y niños. Fue una muerte lenta y brutal. Incluso hubo bebés asesinados cruelmente en este ataque bárbaro. Ningún hijo de Dios debe sufrir tal horror”.
En su alocución, Trump alertó de que no consentirá el empleo de armas químicas, pero fue más allá y marcó las directrices de su futura política en Siria. Tras cargarse de un manotazo la titubeante línea seguida por Obama en el conflicto, afirmó: “Años de intentos para cambiar la conducta de El Asad han fallado de forma drástica. En consecuencia, la crisis de los refugiados se ha ahondado y la región sigue desestabilizada y amenazando a Estados Unidos y sus aliados”. Para concluir, hizo un llamamiento a las “naciones civilizadas” para acabar con el terrorismo y con la «carnicería en Siria».
Esta invocación fue entendida por algunos analistas como un paso previo a una coalición internacional para intervenir en el país. Después de seis años de guerra, 320.000 muertos y 10 millones de desplazados, una acción conjunta representa un anhelo tan compartido como temido. Siria es un polvorín donde cualquier paso en falso puede acarrear consecuencias imprevisibles.
Las implicaciones del operativo se conocerán en los próximos días. En una primera lectura, los misiles marcan un camino de no retorno con el régimen sirio. El Asad ya no es asumido como un mal necesario por la Administración Trump. Ahora ha pasado a ser un dictador y asesino. Y por primera vez en seis años de conflicto, Estados Unidos le ha atacado.
Más confusa es la relación con Moscú. El gran padrino de El Asad ha negado contra toda evidencia la implicación del régimen en el ataque químico. Y aunque horas antes de la intervención estadounidense un portavoz manifestó que su apoyo a El Asad “tenía sus límites”, su retirada del escenario de juego es impensable. Cualquier movimiento en terreno sirio ha de contar con su presencia. Estados Unidos lo sabe y el aviso a Moscú para evitar bajas en sus tropas muestra que la comunicación sigue abierta y es fluida.
Trump lleva solo 78 días en el cargo y su valoración es la más baja de un presidente a estas alturas de mandato. Con el operativo, ha hecho una jugada de alto riesgo político. Imprevisible, dura y contradictoria con su doctrina oficial. Pero el resultado parece haber ido a su favor. En un principio, tanto republicanos como demócratas, cuestiones formales aparte, validaron el uso de la fuerza y la consideraron proporcional. Incluso senadores tan críticos como  el republicano John McCain, le ofrecieron su apoyo para futuras operaciones. Y en el exterior, Reino Unido, Arabia Saudí, Turquía, Polonia e Israel salieron a aplaudir la acción. Este puede ser el primer gran golpe de Trump. Faltan por ver las consecuencias.

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