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El ataque ocurrió al mediodía en la calle Rivapalacio, entre Ramón F. Iturbe y Epitacio Osuna, de la Colonia Jorge Almada, en el centro de Culiacán. El cuerpo del comunicador quedó tendido en el asfalto / Foto Internet

Asesinan al cronista del narco

Matan a balazos a Javier Valdez, fundador del diario Riodoce de Culiacán, Sinaloa; es el sexto periodista asesinado en el año
Agencias
Javier Valdez Cárdenas, corresponsal de La Jornada en Sinaloa, así como fundador y redactor del semanario estatal Riodoce, con un abundante trabajo sobre narcotráfico y violencia, fue asesinado este lunes en Culiacán, informaron paramédicos de la Cruz Roja.
Al parecer Valdez Cárdenas fue interceptado por un sujeto armado que lo despojó de su camioneta y le disparó en repetidas ocasiones.
El ataque ocurrió al mediodía en la calle Rivapalacio, entre Ramón F. Iturbe y Epitacio Osuna, de la Colonia Jorge Almada, en el centro de Culiacán. El cuerpo del comunicador quedó tendido en el asfalto.
Valdez acababa de salir de la redacción de Riodoce, en la calle Francisco Villa, a cuadra y media del atentado.
De acuerdo con el diario El Debate, al lugar llegaron elementos de la policía militares y peritos de la Procuraduría General de Justicia.
Las autoridades ordenaron el traslado del cuerpo al Servicio Médico Forense.
Valdez presentó en diciembre su libro Narcoperiodismo, la prensa en medio del crimen y la denuncia.
Ese fue el último título de una lista de obras publicadas que incluye Huérfanos del Narco, Los Morros del Narco, Miss narco y Con una granada en la boca.
Ese último volumen trata precisamente de “esa preocupación de mirarnos de frente, hacia adentro», dijo Valdez en una entrevista con este diario, el 2 de octubre de 2016.
«No hablamos solo de narcotráfico, una de nuestras acechanzas más feroces. Hablamos también de cómo nos acecha el gobierno. De cómo vivimos en una redacción infiltrada por el narco, al lado de algún compañero en quien no puedes confiar porque quizá sea el que pasa informes al gobierno o los delincuentes», apuntó.
Valdez, nació en Culiacán de Rosales, Sinaloa, el 14 de abril de 1967. Estudió sociología en la Universidad Autónoma de Sinaloa.
Javier Valdez fue corresponsal de La Jornada en Culiacán, Sinaloa, desde hace 18 años; fundador del multipremiado periódico Ríodoce, hace 14 años, publicación que se especializó en la cobertura del narcotráfico / Foto Internet
Valdez se inició en el periodismo a principios de los noventa en los noticieros del Canal 3, en Culiacán.
Se especializó en investigar temas vinculados con el crimen organizado y sus lazos con en las altas esferas gubernamentales e incluso empresariales, durante más de dos décadas.
Por su estilo sin igual, fue considerado uno de los cronistas del narco por excelencia.
A continuación se trascribe uno de sus relatos, publicado en diciembre pasado en Riodoce:

Fueron los de la moto

Por: Javier Valdez, 12 diciembre, 2016
Sergio departía entre sus amigos cuando le llegó la noticia: el novio de la mujer que había sido su esposa golpeó a su hija, no más porque se puso a llorar y a gritar. Se molestó mucho y anudó las manos, con mucha fuerza. Los que se dieron cuenta y lo conocían le recomendaron que se calmara, que era algo que debía tratar con ella y no con él para evitar más problemas.
Todos sabían que ese con el que andaba la ex esposa era policía y de los malos. Su expediente tenía manchas de llanto y sangre, sudor y jirones de piel. Se echó unas cervezas y trató de distraerse. Al día siguiente la buscaría, ya más tranquilo. Pensó. Y así lo hizo. Llegó a la casa de su ex y ahí estaba él. No se aguantó las ganas y los nudos de dedos y manos se hicieron un grueso martillo, un mazo.
Le dio tan duro, sin darle tiempo de defenderse, que rápidamente lo tumbó. Encima de él, y apenas manoteando, le dio otros más en la cara y la cabeza. Apareció la sangre en su boca y nariz y los gritos de ella hicieron que se detuviera. El poli parecía inconsciente. Él se levantó, los miró a ambos. Levantó el índice de fuego y les advirtió que esa era la última vez que tocarían a su hija.
Salió de ahí con los puños adoloridos pero satisfecho. Todavía temblaba cuando se bajó del carro a buscar a sus amigos y hermanos, reunidos en la casa de un familiar. Hasta allá llegó el mitote de que le había puesto una madriza al novio de la que había sido su mujer: güey, creo que te pasaste, acuérdate que es policía el bato y que es un culero, dicen que le partiste la nariz, que le quebraste el tabique, creo que debes cuidarte porque ese cabrón no se va a quedar con los brazos cruzados, va a querer madrearte. Él solo escuchó los comentarios. Sabía que tenían razón pero para él no era un poli sino el que maltrató a su hija.
A los tres días acudió a una fiesta. Se echó unas cervezas con parsimonia pero no llegó a embriagarse. Se le veía pensativo e inquieto. Qué te pasa, loco. Nada, nada. Solo ando medio preocupado. Chocaron los cristales transparentes de las pacífico. Esa noche, extrañamente, se levantó y se despidió de todos: de mano y abrazo, y agregó besos cuando se trató de las mujeres. Qué raro, él nunca se despide y menos así. Si acaso de lejos. Salió de ahí con pasos lentos.
Se estacionó ahí cerca, a la orilla de la avenida. A medio camino de la casa de su ex. Llegaron dos en una motocicleta y se pararon del lado de Sergio. Lo saludaron de mano y algo breve se dijeron. Dos minutos y ahí estaban de regreso, los de la moto. Se pusieron del mismo lado y dispararon ráfagas. A todos les pesó su muerte. Y la de ella, la novia de Sergio, quien tenía cuatro meses de embarazo y estaba con él en el carro.

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