Solteros, casados y viudos japoneses compran muñecas de tamaño natural en Japón desde 1981, que visten, pasean y tienen sexo con ellas
El País/Fotos Behrouz Mehri-AFP
Actualmente se venden unas 2 mil unidades al año sólo en Japón. Se trata de muñecas de silicón de tamaño natural. Sus poseedores las visten, muchos hay que las pasean e, invariablemente, tienen sexo con ellas.
En un país como Japón, donde la aversión al contacto físico forma parte de su identidad cultural, estas ‘rabu doru’ (muñecas del amor) constituyen una vía alternativa a las relaciones interpersonales, apunta en fotorreportaje del reportero gráfico Behrouz Mehri, de la agencia AFP, publicado por el diario español El País, que devela la vida de tres japoneses con sus ‘parejas’ de silicón.
Estas muñecas han evolucionado en la búsqueda de la satisfacción plena del comprador. El vinilo y el látex dieron paso en 2001 a la silicona. Las piezas fijas se convirtieron en cabezas y vaginas intercambiables.
Hideo Tsuchiya, el director de una de las principales empresas fabricantes, Orient Industry, concibe el desarrollo de la tecnología como el factor principal que ha posibilitado grandes progresos dentro de este ámbito. A su parecer, ahora tienen un aspecto más auténtico, muy próximo al que ofrece la piel humana.
»Esta actitud está principalmente influida por un sistema tan individualista como el que predomina en el archipiélago nipón, aunque no conviene generalizar», detalla el psicólogo y presidente de la asociación Mentes Abiertas Ignacio Calvo.
Si algo tienen en común todos los que se han unido a este universo de las ‘muñecas del amor’, es que para ellos no son un mero objeto sexual. Son compañeras con quien compartir la vida.
‘La quiero con locura’
Masayuki Ozaki, fisioterapeuta de 45 años, adquirió una de estas ‘rabu doru’ tras separarse de su mujer y ahora es la mujer de su vida, dice. Su muñeca se llama Mayu, a quien Ozaki regala joyas o compra ropa. Su costo es de 5.300 euros -6,300 dólares-. Osaki descubrió este fenómeno a través de un revista y conoció a Mayu en una exposición de muñecas. »Sean cuales sean mis problemas, Mayu siempre está aquí. La quiero con locura y sueño con llevarla al paraíso», afirma Ozaki. Con ella mantiene una estrecha relación que fue difícil de aceptar por su familia en un principio. »Cuando mi hija entendió que no era una muñeca Barbie gigante, pensó que era asqueroso, pero ahora ya es suficientemente mayor. Incluso comparte ropa con Mayu», explica este fisioterapeuta.
‘No la engañaría jamás’
»Para mí ella es humana», asegura Senji Nakajima. Este empresario de 62 años, casado y con dos hijos, convive con Saori, su compañera de silicona, pese a tener esposa e hijos. Nakajima asegura que Saori es quien verdaderamente le hace feliz. Este empresario confiesa que su corazón le late »a mil por hora» cuando vuelve a casa con ella. Esta afinidad va más allá. Este sexagenario asegura que »no la engañaría jamás con nadie».
Tiene más seguridad
Para Yoshitaka Hyodo, bloguero de 43 años y con novia, la compañía de las ‘rabo doru’ le aporta más seguridad en sí mismo. Las más de 10 muñecas que posee le sirven para desahogarse emocionalmente.