Alejandro Fernández / Fotos: Yolanda Mendoza
AM de Amarillo Magazine
Perryton, Tx.- ‘Cuando empezó a granizar le dije a mi esposa que iba a mover los carros, pero me metí luego luego porque el granizo era del tamaño de pelotas de beisbol, y apenas me metí empezó todo. Mi esposa y yo tratamos de refugiarnos entre las paredes pero de pronto estábamos volando’.
Habla Eduardo Araujo, nacido en Aguascalientes, México, y avecindado en esta comunidad desde hace 28 años.
Su historia es estrujante. Cuenta que él y su esposa Raquel, oriunda de Hidalgo México y con 35 años viviendo en EU, de pronto estaban dando vueltas al lado de sillas, adornos, cuadros muebles y paredes.
Ambos tienen heridas superficiales. Una escoriación luce en las narices de ambos, y una herida y moretón en el párpado del ojo derecho de ella. ‘Yo traigo una rajada en la cabeza que no se me nota por la cachucha’, dice él.
Coinciden en que no hubo alarmas, ni sirenas ni nada. ‘Nos llegó el aviso de tornado en los celulares y en menos de un minuto ya lo teníamos encima’, dice Eduardo, obrero del aceite.
Entendible, el matrimonio no quiere fotos de ellos. No obstante, nos permiten sacar imágenes de lo que fuera su casa y las labores de limpieza.
Eduardo apunta a un poste de luz distante a unos 30 metros al fondo del terreno ubicado al fondo de la 2da St y calle Cedar. ‘Ahí estaba mi casa’, dice, y agrega ‘y aquí fue donde caímos’. Donde cayeron, al borde de la Cedar, hay ahora un montón de escombros.
¿Y cómo es que salieron de ahí?.
‘De entre las paredes’, dice.
Eduardo apunta al terreno de enfrente, un parquecito de béisbol que por ahora está habitado por cualquier cantidad de restos de casas, árboles, basura y sueños rotos.
‘Ese es el chasis de mi traila’, dice. El chasis de lo que fue su traila luce con las llantas hacia arriba a unos 50 metros, dentro del parque.
En lo que fuera su casa, la troca de la empresa donde trabaja Eduardo y el auto del matrimonio, un GMC Acadia 2015 están semisepultados por trozos de madera, láminas y escombro.
Raquel se aproxima. Apenas puede hablar. Balbucea que lo bueno es que no estaba la nieta de ambos, ni la madre de esta e hija del matrimonio, Laura, quien estudia medicina en Texas Tech de Lubbock, Texas .
Eduardo cuenta que su nieta Sofía, de 5 años, regularmente se queda con ellos.
‘Por suerte estaba con sus abuelos paternos en Nuevo México’.
Unas 20 personas entre vecinos, amigos y familiares, incluido el yerno de Eduardo, los apoyan en las labores de limpieza. ‘No hay ni por dónde empezar’ dice uno de los colaboradores…
Otro vecino se acerca y pone en el suelo un juguete. ‘Mira lo que me encontré’, le dice.Se trata de un juguete de plástico, que por irónico que parezca, luce intacto.
Eduardo sonríe. ‘Al menos Sofía ya tiene con qué jugar’.
El jueves después del tornado, aún aturdidos, se refugiaron en la casa de una hermana de su esposa.
La casa de Eduardo y Raquel no estaba asegurada pero esa es otra historia.
¿Y ahora, qué sigue?…
‘Volver a empezar…’