Alejandro Fernández / Fotos: Yolanda Mendoza
AM de Amarillo Magazine
Perryton, Tx.- ‘Cuando compré la casa por suerte ya tenía el sótano. El resto de la casa la reconstruí y mire lo que quedó’, cuenta Felipe Hernández, al tiempo que apunta el frente completamente destrozado de lo que fuera la sala de su casa.
Dueño de su propio taller mecánico, ubicado a un lado de su casa del 305 S. Elm St, Felipe narra la peor pesadilla de sus 47 años, que le tocó vivirla con sus dos hijos, Felipe Jr. de 22 años y Gisel, de 21.
‘Acababa de llegar mi hijo Felipe al taller y vimos la alarma de tornado en los celulares cuando el remolino ya estaba en el parque’, dice y apunta el parquecito de beisbol situado al frente de su casa.
‘Apenas nos dio tiempo de correr a la casa y meternos los tres al sótano, cuando sentimos la succión del tornado en los oídos. Todo ocurrió en un minuto. Cuando salimos todo estaba así’, dice mientras gira su mirada alrededor de la propiedad.
Lo que fuera la sala de su casa luce destruida y al frente hay un monton de escombros entre los que sobresale el respaldo de un sillón. Un camión de pasajeros café se mira destrozado a la distancia.
Felipe Jr. cuenta que su traila ubicada enseguida del taller, fue volcada por el temporal y que acababan de regresarla a su sitio.
Atras de la casa de Felipe lucen al menos 10 montones de escombros, cada uno perteneciente a lo que fuera una traila. ‘Aquel montón de allá era mi RV’, dice éste.
Nos muestra el sótano donde se refugiaron. Gisel y Felipe Jr. señalan el rincón donde se amontonaron pensando en que aquello fuera una pesadilla.
Un árbol de casi un metro de grosor luce derribado en la parte trasera de la casa. Sus raíces no resistieron el embate de la tromba.
Pese a todo, hay tiempo para la esperanza. Cuenta Felipe que su esposa Lea Hernández, no estaba y ya viene de regreso de Tamaulipas, México.
Dice que todas las propiedades están aseguradas, incluido el RV.
La familia tiene 5 perros, pero salvo uno, Roxy, alcanzó a refugiarse con ellos en el sótano.
‘Los otros se refugiaron en la cocina o debajo de los muebles y cuando salimos ahí estaban’ cuenta Gisel sonriente…